La batalla religiosa que mina al euro
Última actualización: Miércoles, 25 de julio de 2012
En la superficie, la religión no tiene nada que ver
con la crisis de la eurozona, ¿pero podría ser que los líderes protestantes y
católicos tuvieran unas raíces internas tan fuertes que los llevaran a conducir
la eurozona en direcciones diferentes hasta romperla? El periodista de BBC Radio
4, Chris Bowlby, reflexiona sobre esta posibilidad.
Tras la última cumbre europea en Bruselas, se habló mucho sobre la derrota de
la canciller alemana Angela Merkel ante lo que se describió como una "nueva
Alianza Latina" de Italia y España con el respaldo de Francia.
Muchos alemanes protestaron porque consideraban que su gobierno había hecho
demasiadas concesiones –y no sería demasiado descabellado ver esto como una
crítica al enfoque latino hacia los temas monetarios, una crítica con profundas
raíces en la cultura alemana, modelada por las creencias religiosas.
La asistencia a la iglesia está a la baja en Alemania, igual que en todos los
otros lugares donde se ha extendido la secularización, pero las ideas religiosas
todavía sustentan la forma en que los alemanes hablan y piensan sobre el dinero.
La palabra alemana para deuda – schuld – es la misma que se usa para
"culpa" o "pecado".
Hablar sobre el ahorro o presupuestos responsables es connatural en Angela
Merkel, hija de un pastor protestante.
La frecuente afirmación de Merkel "no hay alternativa" a las políticas de
austeridad (si bien recuerda a la era de Margaret Thatcher en el Reino Unido) se
ha relacionado con la terca aseveración del líder de la Reforma alemana, Martín
Lutero, quien dijo: "Aquí estoy. No puedo hacer otra cosa".
El nuevo presidente de Alemania, Joachim Gauck, que puede jugar un rol
importante en los argumentos constitucionales sobre la moneda común, procede
también del entorno protestante –es un expastor luterano.
Giro religioso desde la reunificación alemana
La población alemana está prácticamente dividida entre protestantes y
católicos, aunque también hay quienes profesan otras religiones o ninguna, y la
ascendencia de Merkel y Gauck simboliza un gran cambio en Alemania desde la
reunificación de 1990.
Ambos vivieron en Alemania Oriental, un territorio históricamente
protestante, mientras que la Alemania Occidental contaba con influyentes líderes
políticos católicos quienes, en las décadas posbélicas, compartían un amplio
entusiasmo católico por la integración europea.
El excanciller de Alemania Occidental, Konrad Adenauer, un católico
originario de Renania altamente receloso de las tradiciones prusianas
protestantes de Alemania Oriental, lideró a su país hacia la firma del Tratado
de Roma en 1957.
Esto creó la Comunidad Económica Europea, precursora de la Unión Europea de
hoy. Y había una clara coincidencia geográfica entre los seis países que
firmaron el tratado -Alemania Occidental, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y
Holanda- y el territorio del Santo Imperio Romano de Carlomagno.
Carlomagno, reivindicado por los europeístas modernos como una suerte de
santo patrón, había creado una nueva moneda para sus territorios, la libra
carolingia.
Helmut Kohl, que condujo a Alemania hacia la unión económica y monetaria en
1990, era otro católico procedente de Renania que visitaba catedrales
constantemente y hablaba de las históricas raíces espirituales de una Europa
unida.
"Demasiado catolicismo va en detrimento de la salud fiscal de un país, incluso ahora en el siglo XXI" Stephan Richter, The Globalist
Se habló mucho de los alemanes sacrificando su amado marco alemán "en el
altar de la unidad europea".
Pero la reunificación alemana en 1990 implicó el traslado de la capital a
Berlín, lejos de las conexiones católicas que se sentían más cercanas en el
oeste y sur del país.
Y la crisis de la eurozona ha intensificado un debate con profundas raíces
sobre si los alemanes, con su influencia protestante, son fundamentalmente
diferentes de los países católicos "latinos" y sus aliados.
Desde tiempos medievales, el sistema bancario alemán ha sido más cauto que el
de Italia y España. Y los alemanes escépticos, propensos a revisar la historia
de anteriores problemas de uniones monetarias, señalan a la Unión Monetaria
Latina del siglo XIX.
Alemania, que tenía su propio sistema aduanero bajo liderazgo prusiano, no se
unió. La Unión Latina luchó para sobrevivir después de que un número de países,
principalmente los estados papales, acuñaran e imprimieran más dinero del que
debían.
¿División de la eurozona?
Algunos en Alemania sugieren que sería mejor dividir la eurozona actual, con
una especie de Unión Latina por un lado, y en el otro, un grupo de países
similares liderados por Alemania, que podría incluir a los holandeses
(calvinistas) y los finlandeses (luteranos).
Temores alemanes al derroche
Los políticos o los estados que subestiman la importancia del dinero tienen
diabólicas asociaciones para los temerosos alemanes.
En el Fausto de Goethe, una de las obras más famosas de la cultura alemana,
Mefisto persuade al emperador romano para que emita una nueva moneda, pese a que
uno de sus asesores le advierte que es el consejo de Satán.
El orden social desaparece conforme los súbditos del emperador derrochan el
dinero, ajenos a su riqueza real.
La hiperinflación de la República de Weimar en los primeros años de la década
de los 20, cuando "el dinero se volvió loco" y parecía que todo el orden moral y
económico colapsaba, parecía una visión diabólica hecha
realidad.
El exjefe de la Asociación de Industria en Alemania, Hans-Olaf Henkel,
declaró que "el euro está dividiendo a Europa".
Henkel considera que alemanes, holandeses y finlandeses deben "tomar la
iniciativa y abandonar el euro", creando un euro del norte.
¿Una nueva división de acuerdo a patrones históricos? El gobierno de Berlín
ha empezado a planificar lo que se percibe como un importante aniversario en
2017: 500 años desde que Lutero comenzó la Reforma.
Lutero protestaba contra las indulgencias, un controvertido intento por parte
del papa para persuadir a los europeos de que pagaran por la absolución para sus
pecados.
Un comentarista alemán, Stephan Richter, sugirió con cierta picardía que los
problemas de la eurozona se habrían evitado si Lutero hubiera sido uno de los
negociadores del Tratado de Maastricht (1991), decidiendo qué países podían
unirse al euro.
"'Lean mis labios: ningún país católico no reformado', habría declarado. El
euro, como resultado, habría sido mucho más cohesivo", dice Richter.
Richter es católico, pero admira las economías ahorrativas. "Demasiado
catolicismo", indica, "va en detrimento de la salud fiscal de un país, incluso
ahora en el siglo XXI".
Pero cree que algunos países históricamente católicos, como Austria y
Polonia, podían caer más bajo la influencia alemana debido a su proximidad
geográfica. "Quizá sean católicos, pero con una sana dosis de protestantismo
fiscal", sostiene.
Las celebraciones de 2017 sin duda intentarán subrayar que las divisiones
surgidas con la Reforma entre los protestantes y otros reformistas y los
católicos no eran tan grandes.
Pero el generalmente ahorrativo gobierno de la canciller Merkel ya ha
prometido una inversión de 35 millones de euros (US$43 millones) para conmemorar
el nacimiento del Protestantismo.
¿Habrá una eurozona en 2017? ¿Todavía intacta? ¿O en proceso de asumir una
nueva división histórica entre los latinos y los predicadores del ahorro
protestante?
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